lunes, 18 de diciembre de 2006

LAS CIGUAPAS


“Pero hace ganas de morir y llueve”. (Giribaldi)
¿Es desdén por la vida o demasiada pasión? Simple locura, dirán los insensibles, los cualunques, los simplones que no pueden ver más allá de la noticia: “…los jóvenes tenían entre 20 y 25 años. El primer cuerpo fue hallado por el cuerpo de buzos de los Bomberos en Blanco Encalada y Vidal, alrededor de las tres de la tarde; el segundo, a las 17, en Encalada y Miñones; el tercero, una hora y media después, en Encalada y Húsares. Según los relatos de los padres, los buzos continuaban la búsqueda de otro joven que los acompañaba. No fue un accidente –sorprendió el vocero de la Federal–. Eran unos jóvenes que se hacían llamar “La banda de los exploradores nocturnos” y se metían en las alcantarillas para recorrerlas como aventura. Recorrían hasta el arroyo Vega. Esta vez se metieron a eso de las 22.30, los agarró el pico de la tormenta y no pudieron salir.” Domingo 18 de diciembre de 2006.
No tuvieron suerte –hay que reconocerlo- pero los pibes gustaban de la aventura en los túneles mojados. Ellos creían que allí podían encontrar pistas reveladoras sobre los misterios de la vida.
Creían en el lobizón, la luz mala, los brujos macuñí, la Salamanca, las brujas, el basilisco, el Trauco, el cuco, el diablo, la Difunta Correa, Drácula y sobre todo en las Ciguapas, que eran extrañas mujeres salvajes que vivían en los subsuelos de la ciudad vestidas solamente con largas cabelleras, con los pies al revés, que dejan huellas contrarias a su rumbo y un corazón cazador. De ellas se dice que embrujan, aman y luego matan.
No es difícil presumir, en consecuencia, que en su travesía por los sumideros, hayan sido sorprendidos por las extrañas mujeres, y que los muchachos al verlas hayan quedado paralizados ante su extrema hermosura.
Se cuenta que entraron al submundo citalino, utilizando cuerdas que luego llevaban anudadas a la cintura entre ellos, y que aparecieron cortadas a dentelladas.
¿Qué otra cosa queda por pensar? No son sirenas, pero se asemejan en lo maléficas. Han relatado apariciones de las ciguapas en varias esquinas de Buenos Aires, y de ese barrio, Belgrano, originando enamoramientos veloces en conductores desprevenidos, que finalmente estrellaban sus autos redondamente contra semáforos y plátanos. Estas historias han sido confirmadas por vecinas insomnes, principalmente en verano, cuando es más común que la veteranía y el sopor del calor, lleven a los balcones a algunas mujeres. Ellas, se saben, son inmunes a sus poderes, pero el encantamiento descubierto puede dejar ciegas a las observadoras indiscretas y en algunos casos, tartamudas.
Los padres niegan totalmente la historia, temiendo que otros intenten hacer lo que sus hijos. Se sabe que en la juventud, las aventuras se comparten, no se cuentan. Pero hay más integrantes de la “Banda de los exploradores…” que a pesar de haber juramentado silencio y lealtad, callan y miran el piso con terror en la mirada, al mencionar el mito de las ciguapas.
Las primeras ciguapas llegaron en un barco que venía de Rca. Dominicana, “El Morisco”, allá por el 1805. El barco en verdad era español, pero había sido destinado al transporte de mercaderías y esclavos. Cuando llegó al puerto, no quedaba ningún tripulante vivo. Las crónicas del Almirante que anotaba en su Diario de Navegación dieron noticia de que “los primeros habitantes de La Española tenían piel menos oscura que los de otras islas y tierra firme; que su pelo se parecía al de los canarios y que su color de piel era “cobrizo”; no canela, ni negro: cobrizo, color del cobre y hablaba de la existencia de mujeres taínas, aunque en estado selvático, testimonio de los indígenas escapados: las ciguapas. Su modo de vida huraño, guarecidas en cuevas cercanas a los ríos, descuidadas, con el pelo descompuesto, que podían ser vistas en los montes... con los pies para atrás, engañando a sus perseguidores, eran especies de sirenas terrales, que embrujaban y mataban”. Temía ser atrapado por ellas.
En la Buenos Aires colonial, ya existían acueductos, que conectaban directamente con el puerto. Allí vieron descender del barco esa misma noche, mujeres como las descriptas, que rápidamente se internaron en los laberintos subterráneos de la ciudad.
Aún ahora, descuidados peatones son jalados hacia su mundo, en cualquier esquina, atribuyéndose esas desapariciones a remolinos de agua, en días lluviosos. Pero los muchachos de Belgrano, sabían perfectamente cuál es la verdad, y con una valentía medieval, decidieron salir en busca de pruebas sobre la existencia de las malas féminas.
¿Llevarían talismanes? ¿Tendrían como dicen, un perro de seis dedos, que sería el único animal capaz de atraparlas? ¿Estarían deseosos de ser enamorados y morir bajo su encanto?
Enterrados en las aguas, estos chicos tal vez sean los últimos héroes que tomó la ciudad para vengar el inalcanzable recuerdo de su propia e invadida intimidad.

sábado, 9 de diciembre de 2006

CELEBRACIONES

Anoche fui al cumpleaños de mi amiga Fabiana. Cumplió los mismos años que yo… Lo que de primera impresión, nos ubicaría en la misma generación. Ambas somos tan diferentes y sin embargo con un cariño entrañable que nos une sin remedio, afortunadamente.
Vino a invitarme hace unos días, y yo con mi reticencia a salir de casa, sólo hice un tibio amague de no ir, y ya me puso una cara de pucheros que me dio en la peor conciencia… ¿cómo amagarle al cariño?, pensé. Y allí estuve. Presente en su fiesta.
No puedo decir que esté orgullosa de mi soledad, ya que alguien por allí dijo que no se le perdona la soledad a la gente. Las únicas soledades que se respetan son las de los escritores y los pescadores. Son soledades “políticamente correctas”, el resto son cuestionadas sin descanso.
Me costó salir como desde hace un largo tiempo. Cuando se me agotaron las excusas, no tuve más remedio que partir. Allí estaba ella, hermosa, muy feliz. Los años (y el divorcio) la han hecho florecer con una irreverente belleza, y si bien siempre fue de minifaldas y taco aguja, ahora está más linda. Tiene la sensualidad de los cuarenta, del “ya cumplí: con la vida, con mi esposo y con mis hijos, ahora llegó mi turno”.
Habían muchos amigos, algunos no los conocía, ya que hacía dos años que no iba a su cumpleaños por no encontrarme en esta ciudad por esos días.
Cenamos mientras miraba mi reloj y el celular, dando la pésima impresión de estar esperando una llamada para salir corriendo. (En verdad esperaba una llamada que nunca llegó, pero esa es otra historia). Eramos un grupo de unas veinte personas. Todas dentro del mismo rango de edad. Las mujeres, la mayoría divorciadas, con sus nuevas parejas a las que tomaban del brazo con inusitada pasión. (Yo desentonaba, incomoda).
Luego llegaron algunos hombres solos, amigos desconocidos para mí y allí Fabiana me presentaba (guiños de por medio) como “y ella, es mi amiga Lili, SOLTERA” o “y aquí te presento a Lili, que está SOLA”, lo cual me divirtió mucho. Tener el apellido SOLA seguido a mi nombre. Como una marca, como un designio, como una identidad sugerente.
Me hubiera gustado conocer las impresiones de un hombre cuando le presentan a una mujer apellidada SOLA. Qué situaciones se le atraviesan como relámpagos. Si acaso piensan que es la puerta de la aventura, la posible madre de sus hijos de fin de semana (si son divorciados), la felina que los hará volver a la pasión juvenil, la diosa del sexo que esperaban, una pobre mina, una mina “que por algo será que está sola…”, no lo se.
Fabiana no dijo nunca “Fulanito de tal, SOLO”… sino nombres: Ricardo, o Juan…. o Roberto. Pero sin apellidos. Ya que los hombres no tienen marca. Ni estado civil. Son siempre disponibles.
Con el correr del tiempo comencé a sentirme más incómoda y algo aburrida. Nunca fui el alma de ninguna fiesta, pero en verdad no me gusta bailar. La música de los ’70 taladraba mis oídos y los recuerdos que comentaban, no tenían nada que ver con mis propios recuerdos. Hablaban de sitios antiguos de baile y franeleo que por supuesto nunca conocí… Y fue inevitable sentir nostalgia por mi propia juventud sin mayores diversiones, una juventud que se pasó entre reuniones políticas luego de la vuelta a la democracia, pintadas callejeras, movilizaciones pidiendo por la libertad de los presos, militando en los barrios, en la universidad y luego tempranamente, el matrimonio con un viejo mito setentista, militante perseguido y cuadro revolucionario de los movimientos vanguardistas que fueron el centro en la mira del golpe de estado de 1976.
(Mi ex esposo, es el padre de mi amiga Fabiana. No requiere mayores explicaciones esto).
Luego comenzaron a bailar… fue cuando busqué otros rumbos, escapándome en medio del estruendo de los Bee Gees, de Village People, que se yo, Roxette y muchos más de los ochenta.
En el living, el ambiente era el de los jóvenes, sus hijas y amigos, que en verdad conozco más y compatibilizo bien con ellos. Allí hablamos de cosas que tienen más que ver conmigo, arte, música, libros. Me dijeron que era hippie, porque estaba vestida con ropa hindú y pañuelo en la cabeza, con una onda parecida a la ellos, artistas todos. Salimos a la calle a ver una “luna hippie” también, amarilla y enorme. Y nos reimos juntos.
Por la ventana del living que daba al patio, veíamos como bailaban la cumpleañera y su troupe. Frente a lo cual, hice un comentario sobre lo que antropológicamente significaba el baile, como danza previa al apareamiento, como sistema corporal de movimientos tendientes a seducir al otro. Otra vez reimos.
Cuando agonizaba todo, llegaron los refuerzos. La murga de la escuela popular de teatro, compañeros de la hija mayor de Fabi, con sus instrumentos, sus trajes raros, sus peinados rebeldes y su olor a vino y cannabis, tocando en la vereda el cumpleaños feliz, para horror de vecinos y caminantes que rapidamente cerraron sus puertas bajo siete llaves, persignándose, presumo.
Fue inevitable sentirme bien con ellos…. Allí estaba también Fito, un uruguayo que conozco bien, y que trabaja en las esquinas de una avenida, haciendo malabares con pelotas y una nariz roja. Y otros artistas, simpatiquísimos, de los que no escatiman abrazos y besos, acostumbrados como están a dar sonrisas. Me alegraron la noche, desparramando su polvo de estrellas y bailando al son de sus tamboriles.
Matias, con sus rastas largas, patria libre de una liberada sociedad de piojos y Riki, y muchos otros artistas que se toman en serio la vida, desestructurándola y rearmándola con más bondad.
Fue suficiente para espantar a los viejitos como yo, que desde sus sonrisas medio fingidas, (me parecieron), tomaron sus sacos y carteras y comenzaron a despedirse.
Fue la segunda etapa de la fiesta. Allí ya me sentí mejor. Todo se estiró hasta las 6 de la mañana más o menos, y me vine a casa con Paulita, que estaba feliz con tanta locura artística que no conocía de cerca. Fascinada con los tambores y los malabares de pelota.
- Mamá, quiero estudiar teatro- me despachó.
- Ya veremos, hija. Ya veremos...

lunes, 4 de diciembre de 2006

CARGO DE CONCIENCIA

Esta noche no duermo.
La santidad me esta acabando. Antes tenía un hombre a mis espaldas. Que dormía.
Antes, él estaba allí y me molestaba que estuviera, porque debía oir música con auriculares, porque las horas de la noche pasaban y sabía que amanecería con sus reproches, a veces hablados, a veces mirados, a veces intuidos. Y yo, sonrisas sin explicaciones. (soy así). Besos, que no alcanzaron para evitar ver cómo hacía sus maletas, una mañana. Uno sabe hasta dónde soporta, le dije. No puedo ayudarte con eso.
Pero mentí.
Descaradamente, ya que uno siempre puede ayudar para que el otro no soporte, sino goce con placer de la vida común. A pesar de las puteadas diarias por las frustraciones compartidas.
Pero elegí mentir, Dejar que se evaporara como lluvia caída la verdadera razón de su partida.
Ahora puedo escuchar música con el volumen libre. Y quedarme despierta, escribiendo totalmente desnuda. Ya no hay ningún hombre en mi cama, celoso de mis fantasías, acribillándome la espalda con sus ojos, deseándome en silencio, durmiéndose con el sonido de mi tecleo interminable.
Temía sus reproches, pero en el fondo me elevaba tan lejos cuando los hacía, que quedaba chiquito, ronroneando, inspirándome sólo ternura. Descendía cuando terminaba, y lo besaba, condescendiente con su nulidad para acercarse a mi alma.
En la soledad de mi cuarto o en la inmensidad de mi cama, no es difícil sentir que le debo algo. A veces tengo estos arranques de querer saldarlo todo, de aclarar discusiones viejas o de dar explicaciones sobre malentendidos antiguos. Entonces hago llamadas, preguntando por personas o amigos perdidos en la vida. Y los dejo extrañados con esas apariciones fantasmagóricas.
El hombre que dormía a mis espaldas se fue y ya no puedo ubicarlo. Solo espero que me haya perdonado.

DESPISTES

Hoy me levanté optimista. No podría develar la clase de aventuras que tuve ayer. Ya que mi madre es la primera en leerme. Luego las contaré.
Además de sacudir el polvo y las telarañas de mi cuarto, luego de dos días de ausencia y un par más de desgano, me decidí a buscar empleo. ¿Lo necesito? No más que hace un año, o dos. Pero siempre me sedujo la sensación de ser seleccionada y luego ver. Decir que no, gracias, en la mayoría de las ocasiones.
Escribí una carta de esas, donde pongo lo idiotas que serían si no me contrataran y que no sé como se las han arreglado sin mí, todo este tiempo. En verdad, siempre funciona.
Pero no quiero trabajar. A pesar de que ahora estoy en una etapa de búsqueda de experiencias loables, me parece que un empleo fijo, de esos de salir diariamente no está tan bueno. La emoción duraría poco, y el consuelo solamente sería el salario. Agregándole a mi vida, más preocupaciones que alegrías.
Así, que al menos envié un mail, tengo el otro por la mitad, y estoy aquí, escribiendo. Que al final es lo único auténtico que me da alegría.
Paula está terminando las clases en el colegio. Ya pasó al curso siguiente. Pero aún debe rendir un examen definitorio de ciencias naturales. Ella está en ese momento de inflexión, hacia fin de año. Fue duro, pero al fin creo que siente que valió la pena.
Ya estamos planeando nuestra escapada al mar. En tren esencial, no de veraneantes mediocres, con bronceador y pareo, sino en plan de madre e hija, buscando lo que nunca perdimos. Sentirnos únicas y unidas. Compartiendo la emoción de un viaje solas.
Queremos ir a un lugar no turístico. Algún sitio de pescadores, con un pueblo pequeño, donde podamos sencillamente caminar, pescar y estar juntas. Ella, la adulta, está preocupada por elegir un lugar donde no haya ningún ciber, para no tener que arrancarme de él. Además, hoy me escribió algo re dulce, una cartita de esas que de vez en cuando le salen, y me derritió. Lo más importante que me dijo, fue TE AMO, y lo siguiente “… ENCONTRÁ UN NOVIO Y RÁPIDO…” (Sonó a deseo de navidad). AMEN.