lunes, 18 de diciembre de 2006

LAS CIGUAPAS


“Pero hace ganas de morir y llueve”. (Giribaldi)
¿Es desdén por la vida o demasiada pasión? Simple locura, dirán los insensibles, los cualunques, los simplones que no pueden ver más allá de la noticia: “…los jóvenes tenían entre 20 y 25 años. El primer cuerpo fue hallado por el cuerpo de buzos de los Bomberos en Blanco Encalada y Vidal, alrededor de las tres de la tarde; el segundo, a las 17, en Encalada y Miñones; el tercero, una hora y media después, en Encalada y Húsares. Según los relatos de los padres, los buzos continuaban la búsqueda de otro joven que los acompañaba. No fue un accidente –sorprendió el vocero de la Federal–. Eran unos jóvenes que se hacían llamar “La banda de los exploradores nocturnos” y se metían en las alcantarillas para recorrerlas como aventura. Recorrían hasta el arroyo Vega. Esta vez se metieron a eso de las 22.30, los agarró el pico de la tormenta y no pudieron salir.” Domingo 18 de diciembre de 2006.
No tuvieron suerte –hay que reconocerlo- pero los pibes gustaban de la aventura en los túneles mojados. Ellos creían que allí podían encontrar pistas reveladoras sobre los misterios de la vida.
Creían en el lobizón, la luz mala, los brujos macuñí, la Salamanca, las brujas, el basilisco, el Trauco, el cuco, el diablo, la Difunta Correa, Drácula y sobre todo en las Ciguapas, que eran extrañas mujeres salvajes que vivían en los subsuelos de la ciudad vestidas solamente con largas cabelleras, con los pies al revés, que dejan huellas contrarias a su rumbo y un corazón cazador. De ellas se dice que embrujan, aman y luego matan.
No es difícil presumir, en consecuencia, que en su travesía por los sumideros, hayan sido sorprendidos por las extrañas mujeres, y que los muchachos al verlas hayan quedado paralizados ante su extrema hermosura.
Se cuenta que entraron al submundo citalino, utilizando cuerdas que luego llevaban anudadas a la cintura entre ellos, y que aparecieron cortadas a dentelladas.
¿Qué otra cosa queda por pensar? No son sirenas, pero se asemejan en lo maléficas. Han relatado apariciones de las ciguapas en varias esquinas de Buenos Aires, y de ese barrio, Belgrano, originando enamoramientos veloces en conductores desprevenidos, que finalmente estrellaban sus autos redondamente contra semáforos y plátanos. Estas historias han sido confirmadas por vecinas insomnes, principalmente en verano, cuando es más común que la veteranía y el sopor del calor, lleven a los balcones a algunas mujeres. Ellas, se saben, son inmunes a sus poderes, pero el encantamiento descubierto puede dejar ciegas a las observadoras indiscretas y en algunos casos, tartamudas.
Los padres niegan totalmente la historia, temiendo que otros intenten hacer lo que sus hijos. Se sabe que en la juventud, las aventuras se comparten, no se cuentan. Pero hay más integrantes de la “Banda de los exploradores…” que a pesar de haber juramentado silencio y lealtad, callan y miran el piso con terror en la mirada, al mencionar el mito de las ciguapas.
Las primeras ciguapas llegaron en un barco que venía de Rca. Dominicana, “El Morisco”, allá por el 1805. El barco en verdad era español, pero había sido destinado al transporte de mercaderías y esclavos. Cuando llegó al puerto, no quedaba ningún tripulante vivo. Las crónicas del Almirante que anotaba en su Diario de Navegación dieron noticia de que “los primeros habitantes de La Española tenían piel menos oscura que los de otras islas y tierra firme; que su pelo se parecía al de los canarios y que su color de piel era “cobrizo”; no canela, ni negro: cobrizo, color del cobre y hablaba de la existencia de mujeres taínas, aunque en estado selvático, testimonio de los indígenas escapados: las ciguapas. Su modo de vida huraño, guarecidas en cuevas cercanas a los ríos, descuidadas, con el pelo descompuesto, que podían ser vistas en los montes... con los pies para atrás, engañando a sus perseguidores, eran especies de sirenas terrales, que embrujaban y mataban”. Temía ser atrapado por ellas.
En la Buenos Aires colonial, ya existían acueductos, que conectaban directamente con el puerto. Allí vieron descender del barco esa misma noche, mujeres como las descriptas, que rápidamente se internaron en los laberintos subterráneos de la ciudad.
Aún ahora, descuidados peatones son jalados hacia su mundo, en cualquier esquina, atribuyéndose esas desapariciones a remolinos de agua, en días lluviosos. Pero los muchachos de Belgrano, sabían perfectamente cuál es la verdad, y con una valentía medieval, decidieron salir en busca de pruebas sobre la existencia de las malas féminas.
¿Llevarían talismanes? ¿Tendrían como dicen, un perro de seis dedos, que sería el único animal capaz de atraparlas? ¿Estarían deseosos de ser enamorados y morir bajo su encanto?
Enterrados en las aguas, estos chicos tal vez sean los últimos héroes que tomó la ciudad para vengar el inalcanzable recuerdo de su propia e invadida intimidad.

sábado, 9 de diciembre de 2006

CELEBRACIONES

Anoche fui al cumpleaños de mi amiga Fabiana. Cumplió los mismos años que yo… Lo que de primera impresión, nos ubicaría en la misma generación. Ambas somos tan diferentes y sin embargo con un cariño entrañable que nos une sin remedio, afortunadamente.
Vino a invitarme hace unos días, y yo con mi reticencia a salir de casa, sólo hice un tibio amague de no ir, y ya me puso una cara de pucheros que me dio en la peor conciencia… ¿cómo amagarle al cariño?, pensé. Y allí estuve. Presente en su fiesta.
No puedo decir que esté orgullosa de mi soledad, ya que alguien por allí dijo que no se le perdona la soledad a la gente. Las únicas soledades que se respetan son las de los escritores y los pescadores. Son soledades “políticamente correctas”, el resto son cuestionadas sin descanso.
Me costó salir como desde hace un largo tiempo. Cuando se me agotaron las excusas, no tuve más remedio que partir. Allí estaba ella, hermosa, muy feliz. Los años (y el divorcio) la han hecho florecer con una irreverente belleza, y si bien siempre fue de minifaldas y taco aguja, ahora está más linda. Tiene la sensualidad de los cuarenta, del “ya cumplí: con la vida, con mi esposo y con mis hijos, ahora llegó mi turno”.
Habían muchos amigos, algunos no los conocía, ya que hacía dos años que no iba a su cumpleaños por no encontrarme en esta ciudad por esos días.
Cenamos mientras miraba mi reloj y el celular, dando la pésima impresión de estar esperando una llamada para salir corriendo. (En verdad esperaba una llamada que nunca llegó, pero esa es otra historia). Eramos un grupo de unas veinte personas. Todas dentro del mismo rango de edad. Las mujeres, la mayoría divorciadas, con sus nuevas parejas a las que tomaban del brazo con inusitada pasión. (Yo desentonaba, incomoda).
Luego llegaron algunos hombres solos, amigos desconocidos para mí y allí Fabiana me presentaba (guiños de por medio) como “y ella, es mi amiga Lili, SOLTERA” o “y aquí te presento a Lili, que está SOLA”, lo cual me divirtió mucho. Tener el apellido SOLA seguido a mi nombre. Como una marca, como un designio, como una identidad sugerente.
Me hubiera gustado conocer las impresiones de un hombre cuando le presentan a una mujer apellidada SOLA. Qué situaciones se le atraviesan como relámpagos. Si acaso piensan que es la puerta de la aventura, la posible madre de sus hijos de fin de semana (si son divorciados), la felina que los hará volver a la pasión juvenil, la diosa del sexo que esperaban, una pobre mina, una mina “que por algo será que está sola…”, no lo se.
Fabiana no dijo nunca “Fulanito de tal, SOLO”… sino nombres: Ricardo, o Juan…. o Roberto. Pero sin apellidos. Ya que los hombres no tienen marca. Ni estado civil. Son siempre disponibles.
Con el correr del tiempo comencé a sentirme más incómoda y algo aburrida. Nunca fui el alma de ninguna fiesta, pero en verdad no me gusta bailar. La música de los ’70 taladraba mis oídos y los recuerdos que comentaban, no tenían nada que ver con mis propios recuerdos. Hablaban de sitios antiguos de baile y franeleo que por supuesto nunca conocí… Y fue inevitable sentir nostalgia por mi propia juventud sin mayores diversiones, una juventud que se pasó entre reuniones políticas luego de la vuelta a la democracia, pintadas callejeras, movilizaciones pidiendo por la libertad de los presos, militando en los barrios, en la universidad y luego tempranamente, el matrimonio con un viejo mito setentista, militante perseguido y cuadro revolucionario de los movimientos vanguardistas que fueron el centro en la mira del golpe de estado de 1976.
(Mi ex esposo, es el padre de mi amiga Fabiana. No requiere mayores explicaciones esto).
Luego comenzaron a bailar… fue cuando busqué otros rumbos, escapándome en medio del estruendo de los Bee Gees, de Village People, que se yo, Roxette y muchos más de los ochenta.
En el living, el ambiente era el de los jóvenes, sus hijas y amigos, que en verdad conozco más y compatibilizo bien con ellos. Allí hablamos de cosas que tienen más que ver conmigo, arte, música, libros. Me dijeron que era hippie, porque estaba vestida con ropa hindú y pañuelo en la cabeza, con una onda parecida a la ellos, artistas todos. Salimos a la calle a ver una “luna hippie” también, amarilla y enorme. Y nos reimos juntos.
Por la ventana del living que daba al patio, veíamos como bailaban la cumpleañera y su troupe. Frente a lo cual, hice un comentario sobre lo que antropológicamente significaba el baile, como danza previa al apareamiento, como sistema corporal de movimientos tendientes a seducir al otro. Otra vez reimos.
Cuando agonizaba todo, llegaron los refuerzos. La murga de la escuela popular de teatro, compañeros de la hija mayor de Fabi, con sus instrumentos, sus trajes raros, sus peinados rebeldes y su olor a vino y cannabis, tocando en la vereda el cumpleaños feliz, para horror de vecinos y caminantes que rapidamente cerraron sus puertas bajo siete llaves, persignándose, presumo.
Fue inevitable sentirme bien con ellos…. Allí estaba también Fito, un uruguayo que conozco bien, y que trabaja en las esquinas de una avenida, haciendo malabares con pelotas y una nariz roja. Y otros artistas, simpatiquísimos, de los que no escatiman abrazos y besos, acostumbrados como están a dar sonrisas. Me alegraron la noche, desparramando su polvo de estrellas y bailando al son de sus tamboriles.
Matias, con sus rastas largas, patria libre de una liberada sociedad de piojos y Riki, y muchos otros artistas que se toman en serio la vida, desestructurándola y rearmándola con más bondad.
Fue suficiente para espantar a los viejitos como yo, que desde sus sonrisas medio fingidas, (me parecieron), tomaron sus sacos y carteras y comenzaron a despedirse.
Fue la segunda etapa de la fiesta. Allí ya me sentí mejor. Todo se estiró hasta las 6 de la mañana más o menos, y me vine a casa con Paulita, que estaba feliz con tanta locura artística que no conocía de cerca. Fascinada con los tambores y los malabares de pelota.
- Mamá, quiero estudiar teatro- me despachó.
- Ya veremos, hija. Ya veremos...

lunes, 4 de diciembre de 2006

CARGO DE CONCIENCIA

Esta noche no duermo.
La santidad me esta acabando. Antes tenía un hombre a mis espaldas. Que dormía.
Antes, él estaba allí y me molestaba que estuviera, porque debía oir música con auriculares, porque las horas de la noche pasaban y sabía que amanecería con sus reproches, a veces hablados, a veces mirados, a veces intuidos. Y yo, sonrisas sin explicaciones. (soy así). Besos, que no alcanzaron para evitar ver cómo hacía sus maletas, una mañana. Uno sabe hasta dónde soporta, le dije. No puedo ayudarte con eso.
Pero mentí.
Descaradamente, ya que uno siempre puede ayudar para que el otro no soporte, sino goce con placer de la vida común. A pesar de las puteadas diarias por las frustraciones compartidas.
Pero elegí mentir, Dejar que se evaporara como lluvia caída la verdadera razón de su partida.
Ahora puedo escuchar música con el volumen libre. Y quedarme despierta, escribiendo totalmente desnuda. Ya no hay ningún hombre en mi cama, celoso de mis fantasías, acribillándome la espalda con sus ojos, deseándome en silencio, durmiéndose con el sonido de mi tecleo interminable.
Temía sus reproches, pero en el fondo me elevaba tan lejos cuando los hacía, que quedaba chiquito, ronroneando, inspirándome sólo ternura. Descendía cuando terminaba, y lo besaba, condescendiente con su nulidad para acercarse a mi alma.
En la soledad de mi cuarto o en la inmensidad de mi cama, no es difícil sentir que le debo algo. A veces tengo estos arranques de querer saldarlo todo, de aclarar discusiones viejas o de dar explicaciones sobre malentendidos antiguos. Entonces hago llamadas, preguntando por personas o amigos perdidos en la vida. Y los dejo extrañados con esas apariciones fantasmagóricas.
El hombre que dormía a mis espaldas se fue y ya no puedo ubicarlo. Solo espero que me haya perdonado.

DESPISTES

Hoy me levanté optimista. No podría develar la clase de aventuras que tuve ayer. Ya que mi madre es la primera en leerme. Luego las contaré.
Además de sacudir el polvo y las telarañas de mi cuarto, luego de dos días de ausencia y un par más de desgano, me decidí a buscar empleo. ¿Lo necesito? No más que hace un año, o dos. Pero siempre me sedujo la sensación de ser seleccionada y luego ver. Decir que no, gracias, en la mayoría de las ocasiones.
Escribí una carta de esas, donde pongo lo idiotas que serían si no me contrataran y que no sé como se las han arreglado sin mí, todo este tiempo. En verdad, siempre funciona.
Pero no quiero trabajar. A pesar de que ahora estoy en una etapa de búsqueda de experiencias loables, me parece que un empleo fijo, de esos de salir diariamente no está tan bueno. La emoción duraría poco, y el consuelo solamente sería el salario. Agregándole a mi vida, más preocupaciones que alegrías.
Así, que al menos envié un mail, tengo el otro por la mitad, y estoy aquí, escribiendo. Que al final es lo único auténtico que me da alegría.
Paula está terminando las clases en el colegio. Ya pasó al curso siguiente. Pero aún debe rendir un examen definitorio de ciencias naturales. Ella está en ese momento de inflexión, hacia fin de año. Fue duro, pero al fin creo que siente que valió la pena.
Ya estamos planeando nuestra escapada al mar. En tren esencial, no de veraneantes mediocres, con bronceador y pareo, sino en plan de madre e hija, buscando lo que nunca perdimos. Sentirnos únicas y unidas. Compartiendo la emoción de un viaje solas.
Queremos ir a un lugar no turístico. Algún sitio de pescadores, con un pueblo pequeño, donde podamos sencillamente caminar, pescar y estar juntas. Ella, la adulta, está preocupada por elegir un lugar donde no haya ningún ciber, para no tener que arrancarme de él. Además, hoy me escribió algo re dulce, una cartita de esas que de vez en cuando le salen, y me derritió. Lo más importante que me dijo, fue TE AMO, y lo siguiente “… ENCONTRÁ UN NOVIO Y RÁPIDO…” (Sonó a deseo de navidad). AMEN.


martes, 28 de noviembre de 2006

EL ORO ES ROJO





Edmundo Becerra, le cuenta a su mujer que en unos días más, el nueve de noviembre irá a Lima al Ministerio de Energía y Minas, con los otros campesinos del Frente de Defensa del Medio Ambiente.
Edmundo Becerra es veterinario, vive en Yanacanchilla Baja, en Cajamarca, Perú. Allí él es el presidente de la Comisión de Agua Potable y también integrante de las Rondas Campesinas. Se oponen a la mina de oro “El Solitario” de la norteamericana Yanacocha, que le estruja las tripas a las montañas de Cajamarca y les mata la vida con sus aguas llenas de cianuro. Ya no hay peces, los animales no tienen piel, los niños estan enronchados.
- Esto tiene que terminarse… mis tierras no las tendrán- sentencia Edmundo.
Acaricia la cabeza de su hijito de cuatro años y sale a cuidar sus animales, sus amigos. Por ellos también está peleando.
Entretenido está esa mañana, del primero de noviembre, cuando se le acercan dos campesinos de poncho, con sombrero, con cara de cansados. Edmundo los saluda, y les da la mano. En ese mismo minuto, le descargan 17 disparos que le abren la carne, el costado, la cabeza, el cuello.
Los asesinos huyen.
Edmundo queda allí, boqueando bajo el sol de Yanacanchilla, ante el estupor de sus animales, muriendo, naciendo.
La mina había entregado su mensaje.
Con lágrimas, con mocos, con bronca, los familiares, los amigos, los campesinos de Yanacanchilla se despiden de Edmundo y escriben en papelitos:
Matar a un cholito no es nada para ellos… Yanacocha asesinos. Tu ejemplo nos da
fuerzas Edmundo. Creendo que son superiores ... hijoe'putas son. Éroe sos, cholito. Policías proyanquis. Viles, cobardes. Yanacocha tiñe de sangre los verdes campos de Cajamarca. Seguiremos defendiendo el agua. Venceremos, Edmundo. Corruptos, asesinos. Hermano, tu ejemplo de lucha permanecerá para siempre. Que Dios te tenga en su gloria
. Tenía razón la Madre Teresa cuando, a un periodista que le preguntó a quemarropa qué se sentía al ser aclamada santa por todo el mundo, le respondió: «La santidad no es un lujo, es una necesidad».
Edmundo Becerra murió el 1 de noviembre de 2006, día de todos los Santos.

jueves, 23 de noviembre de 2006

HICISTE QUE A LA GENTE LE DUELA TU DOLOR





Polaco, polaco. Lloras alcohol y tango, y fumas. Por qué será que te conocí tan cerca de tu adiós. Mi gerontofilia se hubiera colmado si te hubiera amado antes. Ahora, es tarde. Te hubieras enamorado de mí, seguro.
Te ví en Sur, de Pino Solanas, y eras así, como te imaginaba, un padre padre, llorón, enamorado, bebedor, cantante, renegado y atorrante. – Cora, pero si yo te quiero, turra mía.!!!! ¡Que personaje inolvidable!.
Buenos Aires está como vos la dejaste. Fatal, llovida, cansada de vivir, y sin embargo naciendo cada día, abrazada al pasado, lustrabotas, diareros, che pibe, cafetines, bodegones, tango triste, mina chiflada.
Garganta con arena, escultor de los mejores. Amigo, amigo como dicen que eras. Rebelde, loco, parece que veías los azahares que te tiran las naranjas del frutero de la esquina, piantao. ¿Que sabés del amor?.
En enero de este año, festejamos tus 80 pirulos, con vos, sin vos. Ese verano en que naciste y ese agosto de hace ya 12 años, en que te fuiste. (¿cuándo me fui, si siempre estoy volviendo?). El bar Amazonas tiene una mesa para vos. Lo sabés. Como tantos otros bares, con sus whiskys, esperandote..
Calamar marrón y blanco, ¿es cierto que te ibas a la cancha, de smoking, luego de actuar, sin dormir? Tu platense querido si vieras cómo, cómo te extraña. Te enterraron con la camiseta, no? Y bué, no podía faltar.
Ya se, que gritás los goles desde arriba, y jugas un picadito con Pichuco, pero nos dejaste tan desvastados…
Sin tu voz brumosa, sin tu risa, sin tu faso temblándote en la mano.
¿Sabías del homenaje que te hicieron, con la negra Varela, Cacho Castaña, Sabina, qué se yo, un montón y también que tenés una calle con tu nombre en tu barrio, y una plaza? Sí. Y está bueno pasar por allí, y juntarse con un amigo, con un amor, en la esquina de Goyeneche y Balbín. ¿Qué loco, no? Saavedra esta igual. Qué va a cambiar. Mas triste sin vos, solo eso. “El día no amanece, polaco Goyeneche, cantame un tango más”. Se pasó Cacho, con tu tango… Lindísimo.
Qué más te puedo contar, que ya no sepas, que te llaman mito, que te dicen genio, que fuiste el inventor del canto hablado, susurrado, que no te parecias a nadie y que nadie se parece a vos.
Pero desde aquí, desde el sentimiento de oirte, solo quiero que sepas que yo, Malena, Margot, Grisel, extrañamos los besos de tu boca cuando nos nombrabas.
Nos veremos pronto, amigo.
A ver, tarareame al oído naranjo en flor…

domingo, 19 de noviembre de 2006

MAIL DE SILVIA

Lili: la puta que te parió!!! Me hiciste llorar como una yegua...Què a traición vino esto... Me tomo el domingo sin niños para leer tranquila los mails atrasados y me mató tu blog...Me movió tanto...Mañana voy a laburar con los ojos en compota...Qué lo parió.
Son una maravilla. escribís muy bien de manera espontánea, brillante. Tendrías que aprovechar este don, para perfeccionarlo en algún sitio, no se un taller o algo para además encontrar la puerta de alguna edición...
Digo, pensalo,por ahi lo tuyo sea esto y estaría bueno poder publicar...
Ay! Cómo me hiciste moquear...
Te dejo un beso enorme amiga y avisame cuándo te venís...
besos
Sil

sábado, 18 de noviembre de 2006

ENCUENTROS (Cuento en entregas. Parte II)




Luego de unas incómodas ocho cuadras más, desde la escuela de teatro, llegamos el hotel “La Estrella”. Anuncio de bronce, puertas anchas, ningún lujo, pero limpio.
Emergía en aquella siesta con sus manos extendidas, liberando infinitas posibilidades, en la imaginación de gente que como yo, ha vivido íntimamente oprimida.
Nadia se dirigió muy segura al mostrador de la recepción, desperezando a una mujer de muchos años y rulos falsos, que se enderezó con dificultad de su silla, carraspeando y fingiendo una excesiva disposición.
- Si?
- Una habitación doble.
Mirándome, me dijo, cuántas noches? Yo caí en la cuenta de que no había pensado aún en ello, así que le dije
– Una noche.
Pareció no inmutarse, y agregó lo dicho a la vieja de los rulos
- Nombre, bla, bla, bla, son 60 pesos, bla, bla, bla.
Cómo decirle ahora a esa chica de piernas flacas que nada de eso estaba bien? Quería salir de allí. En qué momento me embarque en sueños imposibles sostenidos por apenas unas pocas confesiones. Había imaginado llegar a ella abriendo túneles, hacia jardines tibios con olor a naranjas, sosteniendo miradas, cobijando latidos. No así. Tampoco era lógico que ella tomara tantas decisiones por mi cuenta, venciendo serenas fortalezas. Debía hacer algo, decir algo.
- Nadia, deja que yo lo arregle. Esta bien.
Parecí condescendiente y no el hombre que quería ser, el varón recio que debía ser. Soné fofo, débil. Soy un boludo. Por eso me miró con ojos interrogantes.
- Ya está todo listo, Renzo- dijo y se volvió a la mujer de los rulos
- Qué número de habitación? Ah, Sí, está en el llavero, Si, la 24. Gracias.
- Vamos?
Nunca sabré si solo intentaba ser amable o humillarme La seguí mansamente por un pasillo que se abría al cruzar un cortinilla de cuentas plásticas, con la fuerza que me atraía el magnetismo de su imperfección, acorde con ese paisaje mas bien deprimente. . La decoración era en verdad modesta, que se yo, no había nada en ningún lado, ni una maceta. Era una versión reducida de cualquier escena de amor inventado o concretado, salida de una novela, de una película
Era la última del pasillo luego de doblar a la derecha como nos habían indicado. Y sí, allí encontramos la número 24.
Nadia, la super mujer, abrió la puerta. Sin ceremonias, sin augurios de pantera. Ya no me miraba. Desde que entramos en el hotel dejó de mirarme. Esa indiferencia me alivió en parte. El cuarto era común y oscuro. Al dejar el bolso sobre la silla, comencé a preocuparme de lo que vendría. Observé a mi acompañante, de reojo, pero registrando los detalles mínimos. Sus pies en unas sandalias marrones, sus piernas que eran mas bien torcidas hacia afuera, su pollera de diezmil colores, una remera rosa? con mangas largas, con la temperatura aquella. Luego realizé comentarios comunes, de los que se acostumbran en esos casos: Hace calor… ¿abrimos la ventana? ¿No hay aire acondicionado? Por este precio… El baño está bien, con toallas. Si, gracias. ¿Te quedarás? Por supuesto. Quédate quieta, ven. Siéntate aquí, junto a mí. Bueno. Dale. Ahora voy, me lavo las manos, ¿si? Bueno, te espero….
La cotidianidad también es todo un aprendizaje, me dije.
Yo me quite el sueter anudado a mi cuello. Respiré con tranquilidad en una falsa calma. El ruido del agua del baño, me puso en alerta otra vez. Ya sale. Se enterará de mis deseos. Leerá mis pensamientos, mis miedos, mis dudas.
- Ven, chica, sentate aquí. A mi lado- Lo hizo sin naturalidad.
- Y entonces, ¿que tal el viaje? – ya su seguridad se había quedado estacionada en la entrada del hotel, junto a sus miradas inquisidoras.. Ahora era una niña temerosa frágil, tímida.
- Bien. Largo. Cansador. ¿Te sorprendí? ¿No me esperabas, no? – dije con una alegría supuesta, pues nada era como esperaba.
- Fue muy lindo verte, casi me muero cuando vi el mensaje. No se, el mundo desapareció después de eso. Renzo, Renzo… estas aquí. Al fin, amor mío– y diciendo esto, fue ella quien me besó.
Yo respondí, claro. Fue un beso. Nada más. ¿Qué me pasa?. No volví a nacer, habitado por ella. Soy un idiota. ¿Y ahora qué hace? Se quita la remera… uy, que tetas feas… esos pezones parecen los mios. Por qué no puedo dejar de mirárselos. Parecen timbres. No voy a reirme. Si, definitivamente soy un idiota. Ahora ya no se me parará. Debo pensar en otra cosa. Mirarle los ojos. Si, eso. Besarla. Siempre fui simpatizante de la sinceridad. Pero en aquellos momentos, mi emoción era mentira, mentira.
Nos besamos, con lengua, con saliva, con dientes, con manos, con uñas, hasta que ambas humanidades estuvieron dispuestas para el sexo genial que tantas veces planeamos. Le quité sus bombachitas, que no quise mirar. Y como pude, me quité el pantalón, las medias, el slip azul. Siempre con los ojos cerrados, pensando en otra cosa. Dejándome llevar por esa lacónica excitación. Sería de tanto desearla. Serían los nervios o el cansancio del viaje. Lo único que falta es que haga el papelón del siglo. Se supone que soñamos muchas noches con este momento. No voy a pensar en sus tetas. A ver, Amiga, no me dejes en banda ahora. Vamos. Ya se. Las pecas, las pecas de la espalda. Cariñosa, suavemente, la dí vuelta, poniendola boca abajo. Obviamente sentí su pequeña resistencia, su desconcierto. Pero le murmuré que no se asustara. Pensaba que iba a ir por atrás. Pero comencé a besarle la espalda, sus pecas, frías, muy frías, muy frías.
Mi excitación descendía en la misma proporción que subía la de ella. Compensaba mi falta de energía con besos largos y babosos por su cintura, su culo blanco, sus piernas flacas. Ella se movía como serpiente, disfrutándolo. Mis manos suplían, reemplazaban, mi cada vez más decaído machismo.
Mi Amiga reaccionó al contacto de mi mano con su pubis, su mata oscura, la humedad convicta que me invitaba a continuar. Hicimos el amor rapidamente, sin mayores preámbulos, en esa siesta confusa, en esa cama extraña como nosotros.
Que el amor es una interrogación permanente no debe confiarnos, las certezas pequeñas son siempre necesarias, para pararnos desde algún lugar. Yo estaba en el aire, en un limbo de sensaciones encontradas. Pensando en tantas promesas, en otro tipo de duelo posterior a la entrega, a la despedida del placer. No este chirle agotamiento de apenas tenues cicatrices.
Solo podía sentir el quiebre de la ilusión como una lujuria lejana de árboles, desparramada en mil pedazos sobre el paisaje de su cuerpo, ese relieve tan ajeno, sustituido, que no tenía ninguna de mis huellas.
Busqué inútilmente la emoción que se desata en quien aún descubre. Pero no había nada.
Ella movió sus labios claros, en una mueca, débil, apenas susurrándome.
- ¿Te gustó, amor mio? ¿Era como imaginabas que iba a ser?
……………………
CONTINUARA

jueves, 16 de noviembre de 2006

ENCUENTROS (Cuento en entregas)



La terminal de ómnibus no era gran cosa. Un edificio nuevo, con mucho vidrio y muchos localcitos, quioscos de revistas, boleterías, ventas de recuerdos ordinarios y una cafetería. Eso era todo. Ningún paisaje que conmoviera, que atrajera la vista. Ningún lugar dónde mirar que distrajera, ningún asombro.
Todas las sensaciones eran internas. Dolían en el centro de mi estómago, y eso que soy un hombre poco expresivo hacia afuera. Parece que me bloqueara algo cuando quiero decir lo que siento. Pero no significa que no sienta. Ahora mismo estoy confundido, arrepentido.
Me parece que lo mejor será tomar una taza de café. Aquí estará bien. No es hora de recorrer demasiados lugares en un pueblo ajeno que no conozco.
Me senté en una mesa cerca del cristal que daba a la entrada de los ómnibus enormes, de dos pisos, que parecían edificios rodantes.
La niña que me atendió tenía la cara más aburrida que yo había visto ultimamente. Por Dios, chica, qué cara.... que parsimonia, que destino fatal.
En fin, el cortado de máquina, al menos.
Qué hago aquí. Cuándo decidí buscar esta aventura, esta locura. Deberé aclararme primero que nada. Ahora mismo le enviaré un mensajito. No. Mejor espero. Qué calor agobiante. Y este viento, que molestia... remolinea en los andenes, haciendo mariposas con los papelitos de caramelos.
Encendí un cigarrillo, mientras recordaba. ¿Cuándo comenzó todo esto? Ya han pasado como seis meses. Fue en invierno. Recordaba el frío en mis rodillas, mientras conversábamos larguísimas horas por el chat.
Y hoy estoy aquí. A más de mil quinientos kilómetros.
Se veía tan hermosa por la cámara. Con su cabello ondulado, oscuro, sus lindos ojos donde la sonrisa llegaba antes que a sus labios, iluminándolos. Reía, reía, reía. Dice que tiene muchas pecas. Yo no logré nunca vérselas. Pero me excitaba imaginándolas, en sus mejillas, en su espalda desnuda.
Sonreí hacia afuera, sorprendiendo a la aburrida camarera que me miró curiosa.
Ahora, la idea de verla pronto me pareció más natural, válida, lógica. El remolino llegaba a mi estómago. Miré el bolso que contenía la ropa que había traído. Yo mismo me observé, no estaba tan mal. No era un modelo de televisión pero tampoco un escracho. Mis jeans estaban limpios, mis zapatos de gamuza, la camisa que ella decía me quedaba bien, el sueter anudado, me daba igual cómo me veian los demás. Mi pelo estaba corto y revuelto, con picos en todas las direcciones. No importa, me dije. Ella me ama. Me conoce de tantas y tantas noches. Me gustas mucho Renzo, me había dicho. Y por qué dudarlo.
Ella sí era linda. Es linda. Y pronto la tendré en mis brazos. Pronto será el minuto fatal del encuentro.
¿Por qué sorprenderla? Respuesta fácil. Ya me había aguzado bastante con eso de que yo no la quería, que no era capaz de concretar nada...
Le había mentido diciéndole que debía viajar por el trabajo a Tucumán y que me tardaría varios días.
Ya hacía tres que no me conectaba. Para que no me delatara la emoción de los preparativos y porque me conocía, no aguantaría las ganas de contarle. No se mentir, me tiembla la voz. Cualquiera se da cuenta.
Y ahora estaba aquí.
Soltera, estudiante de teatro, vendedora en un drugstore... allí tenía la compu y por eso se conectaba toda la noche. Su tía era la dueña.
A esta hora está en la escuela, pensé. La buscaré a la salida.
Me animé con el mensaje. Le dije HOLA. ME DAS LA DIRECCION DE TU ESCUELA? ESTOY AQUI. VOY A BUSCARTE.
El corazón me latió fuerte cuando el sobrecito del celular al fin se cerró y sentenció ENVIADO.
Ya no había vuelta atrás. Al minuto sonó el bip de la respuesta. "Pueyrredón 1224. Te espero. Te amo. No lo puedo creer. Nadia."
Con mi mejor cara de nada, pedí la cuenta. Pero qué distinto era mi interior. Bullía la ansiedad, los temores lógicos, las enumeraciones de mis siguientes pasos.
Al salir busqué un taxi. Habían muchos estacionados. Ataúdes amarillos y negros, abandonados. Ningún conductor. ¿Dónde carajo están todos?
Me paré al lado del que me pareció más limpio, apoyando mi bolso en el capó. Esperé mirando para todos lados. Nada.
Esta provincia está llena de vagos. Qué mierda.
Ahora el apuro me invadía. Pregunté en el quiosco de diarios por los conductores. Me señaló un árbol, cerca de un enorme canal de agua. Allí habian un montón de hombres, entretenidos en jugar al truco. Les silbé desde donde estaba. Ví que un tipo grueso de camisa afuera se acercaba, parsimoniosamente. Al fin....
- A la calle Pueyrredón. Al 1200.
- Jefe, recién llega? - me dijo, como si le importara, pero con una voz que lo mismo hubiera dicho: el semáforo está en rojo.
- Se - murmuré. Era obvio, gordo.
Al cabo de unos minutos, bajé pagándole hasta con monedas, el importe exacto. No te dejo ni diez centavos de mas, loco. Aprendé a laburar.
La escuela no era gran cosa. Una puerta verde infinita y dos ventanas flanqueándola. Todo el muro del frente pintado con estrambóticos dibujos. Ningún cartel en la entrada. Solo un timbre.
Enfrente había un parque donde me encaminé para esperar a mi chica. Confiaba en que ella me reconocería, al menos por el bolso. A esa hora, el mediodía, no había nadie, algunos perros huérfanos me miraban lastimosamente. Yo también me miré con ellos. Yo también sentí lástima.
Carajo, no me puse ni un poco de perfume. A ver si tengo tiempo.... revolví a tientas en mi bolso, rápidamente. Sí, aquí esta, bueno. Ahora esta un poco mejor. A lo mejor huelo mucho. Exageradamente. Ya está.
Es la una. Alli salieron dos. Uy, que pinta de drogones. ¿Habrá algun cartel indicando "prohibido bañarse para estudiar aquí" en la entrada?
Bue... alli hay unas cuantas pibas. Una mira para aquí. Pero no la distingo. ¿Será ella? Allí estan cruzando. Mierda que nervios. Me paré instintivamente. Sí. Es ella. Cruzó corriendo. Nos miramos, en cuanto llegó a mí. Es más flaca de lo que imaginé. Pero es linda igual.
- Hola mi amor.... - nos abrazamos fuerte. Muy fuertemente. Ya estaba. Lo peor había sucedido ya. No me pasó nada. Y me pasó todo. Ese "mi amor" sonó natural ¿O no sonó tan natural...? Su voz es mas chillona, me parece.
- Vamos?
Comenzamos a caminar, su mano rozaba la mía. Apenas.
No dejaba de mirarme. Me turbaba. No decía nada. Solo me miraba y reía. Y reía. Qué me mirás tanto, nena. Yo sentía sus ojos taladrándome, traspasándome. No vas a decirme nada. Aquí estoy. Qué me vas a reclamar ahora. Adónde me llevas.
- Hay un hotel aquí cerca, bah, a unas cuadras. Sos lindo... no puedo dejar de verte - decía y hacía eso. Verme y caminar de memoria. Qué pensaba... qué sentía. No lo sé, solo reía. ¿Un hotel? No se si quería hacer el amor ahora. Tampoco era una obligación, pero allí al menos podríamos hablar. Allí pensaba verla bien. Por ahora sólo la intuía, al lado. Yo sí miraba por donde íbamos.
Sin saber por qué trataba de recordar señales, fachadas de casas, nombres de calles. Como si debiera hacerlo para volver sin perderme. ¿Dónde? ¿Volver a dónde? Deben ser los nervios, pensé.
..............................
(CONTINUARA...)

miércoles, 15 de noviembre de 2006

PAULA











No. Me dije.
No puede ser tanta belleza. No he sido tan buena persona en mi vida para merecer, a mis veintisiete años, este regalo. Pequeña, serena, buena. Mi niña.
La llegada de mi hija fue sencillamente sumar todas las ternuras, multiplicar todas las expectativas, canjear todos los sueños, y tener como resultado una niña bella. Simplemente eso.
¡Que exagerada, dirán…! Es que no era ni lejos su mejor virtud y sin embargo era lo primero que llamaba enormemente la atención. Su cabello con ondas rebeldes, muy oscuro, sus ojos insolentemente azules y su piel blanca, pero no transparente, no blanca nívea, ni blanca frágil, ni blanca bebe. Era una piel blanca, portentosamente blanca.
Precoz, inteligente, sanísima, tan sana que parecía santa. Nunca se enfermó de pequeña. Y de mayor tampoco, sacando cuentas. Ya corría a los 10 meses. En patitas, solamente. Parecía una niña feliz, en un país que estaba cada vez peor. En una Buenos Aires que conoció mi niña desde el fragor de las marchas de protesta frente al Congreso, de las palomas pi pi migas de pan, de la Plaza de Mayo, los jueves de Madres. Que conocía sonriendo desde su cochecito, alargando las manos hacia las pancartas, bailando al son de los bombos, de los cantitos…
Concurría quietita, y a veces no tanto, a las reuniones en los centros culturales, en los congresos del nuevo pensamiento, en los encuentros de la militancia intelectual antiglobalizadora de los noventa.

Luego el antiexilio, la vuelta a la Mendoza de mis postales, el campo con viñas verdes, los otros pi pis gallinas de la abuela, el olor a tierra regada. Y también fue feliz aquí, entre primos y perritos recién nacidos.
Fue creciendo, prendida a las polleras revoltosas de su madre, o sea, de mí. Que nunca lograba quedarme quieta en un lugar, que me mudaba como quien cambia de traje. Y ella parecía no padecer mis continuos cambios buscando quién sabe qué, siempre comprendiéndome y perdonándome, desde sus ojitos azules.

Ay, hija. Cuántas cosas me enseñaste desde tu llegada. Cuántas veces aun, seguirás arriando desde tu madurez de mujer a esta inmadura niña, que es tu madre.
No imagino lo que pudo haber sido mi vida sin tu luz, sin tu presencia. Tan llenos están todos mis rincones de recuerdos tuyos que pareciera que mi vida empezó en vos y allí continúa. Tal vez no sea el momento ni el lugar para pedirte algunas disculpas. Por esas cosas que te han dolido, que no te hice pero dejé que te hiciera la vida. Por esas veces que te dejé sin ángel de la guarda, sin besito en las mejillas, sin hasta mañana. O mejor no me disculpes. Es necesaria a veces la herida abierta, crónica, que siga allí recordándonos que tuvimos la guardia baja. Para que no vuelva a ocurrir. Dejalo así mejor.

Ahora que ya me miras con reproche, que haces las valijas de tu inocencia, que contás y cantás poesía en tu cuarto, suspirando por pringosos vecinos de mala muerte que nunca serán lo suficientemente buenos para vos, ahora quiero que sepas que este amor, que te juré cuando te vi por primera vez, es hora de que me lo cobres. Todos los días. Aquí estoy para pagártelo.
Recuerda nuestra consigna de vida: “la mamá y la nena siempre…. juntas” Y aunque cuando eras pequeñita yo te decía –Pauli, donde mis ojos te vean… hoy que estas más grande, te digo, -- Pauli, donde mi amor te vea…
La última flor que me regalaste, que aún tengo junto a mi cama, aunque su olor no sea tan perfumado ya, tiene una tarjetita que leo apenas abro los ojos cada día, que dice “Te quiero mucho…. Una rosa mas bella que vos no hay. Paula” . Fue tu última ternura expresada, ya que no te gustan los besuqueos ni los franeleos . Como verás, los tuyos son tramposos.

Todavía quiero morderle los pies redondos, la pancita blanca y suave, la cola gordita, sus piernas perfectas. Peinarla con dos chapequitas tirantes, y bañarla con agua de azahar, como cuando era mi bebe, mi pequeño regalo.
Pero ya no puedo hacerlo. Y siento una nostalgia desnuda, indefensa, de que el tiempo haya pasado tan rápido, con tan mordaces argumentos

La última promesa que le hice a mi hija fue llevarla a conocer el mar. Y en unos meses pese a quien pese, la cumpliré. Me imagino la cara que pondrá cuando vea esa inmensidad azul. Por nada me perdería ese último asombro.

Aquí me preguntan por qué lloro cuando escribo. Y es que pensaba en qué le puedo pedir a la vida para mi hija Estamos solas, como dice Pablo Milanés. “tú naciendo a la vida, y a mi que se me va…” Y solamente le pido que nunca deje de mirar, de asombrarse, de reir. A veces creo que lo mejor ya pasó y no me reí.

Verla viva, dispuesta, con qué ganas se sacude las tristezas y avanza. En su adolescencia de dolor vivo, de lágrimas de almohada que de a poco la vuelven sabia, ella me enseña, mientras yo sigo pensando, qué hice, qué hice para tener una hija tan bella?
Y no es metáfora, es implacable verdad.


lunes, 13 de noviembre de 2006

MARAVILLAS...



He recurrido a la opinion de un experto. No es mi "amigo" con tantas letras, pero sin dudas, es alguien que admiro en lo que no conozco aún de él. En lo que aún no he leido de sus obras, que no se por qué delirios editoriales, aún no llegan a mi país.

Le he pedido que me opine... y me ha opinado, así no más. Pero en su detalle de detenerse a verme, me ha alcanzado su mirada. Asi es que se lo agradezco, abiertamente.

Estoy hablando del escritor Antonio Galvez Alcaide, en los brazos de cuyas obras he caído sin red, pero que espero me contendrán, por lo que intuye mi pensamiento de mujer. No de lectora consumada, que no lo soy. Él sabe de lo que le hablo. Y me ha perdonado ya.

Remito a mis amigos a su página www.galvezalcaide.com y/o su blog www.dietarioenred.blogspot.com para los que como yo quieran redimirse de la mediocridad literaria que nos rodea.

Las maravillas son las que siguen la luz del sol. Y Don Antonio tiene la virtud de la conmoción. (Vaya crítica, dirá).

Cuando lo lea, en verdad, me extenderé en otros comentarios. Ácidos y certeros, sin dudas. (ja).

Pero mis influencias del realismo mágico latinoamericano, me impedirán ser objetiva. Abro el paraguas, antes que nada. Era necesaria tanta aclaración?

Me comprometí con él, a la difusión oral de su obra. (mmmm... oral...)

Espero que lo lean. No se de qué forma, si sus libros aún no estan en el país. Pero estamos viendo la forma de contratar un trasatlantico, carguero, con bodegas enormes, forrados de contenedores con sus libros "Caliente", "El Paseo de los Caracoles" y "Relatos de fuego sanguinario y un candor". Eso por ahora. Luego vendrán más. Y además ha prometido una visita a la plaza de Mendoza. Lo que le cobraré.

Eso es todo por ahora. Cambio y fuera.
Gracias, Antonio.




MUJERES Y HOMBRES




Los héroes sin gloria ni virtud previa, los hombres en suma, suelen ser ingenuos animales tironeados por las urgencias del dogma y el cuerpo, que no parecen saber de dónde vienen ni adónde van, y que espabilan cuando la amante abnegada les salva la vida, la amante pérfida los castra, o la hija de Eva les convierte en cabeza de familia. (Daniel Alcoba)


Si. Definitivamente soy mala.

El único consuelo es que no es mi culpa. Arrastro el origen de mi maldad desde mi propia naturaleza. Su base esta registrado en el saber esotérico de base talmúdica, bíblica, que constituye la sustancia de la Cábala judía. Es decir que entre los musulmanes, catolicos, judios y femenistas sesentistas, la mujer es de donde nacen todos los males. Por eso soy a la vez, Sharazad, Lilith, Eva, la puta Romina y Pampita. Con todas sus modalidades, excesos y perversiones.

El judío castellano Rebí Moises de León escribió: Las almas que no han hallado su verdadera compañera en la tierra erran despues de la muerte, en busca de su alma gemela. Qué castigo para los hombres...

No se asusten. No soy una feminista rancia. Ni dulce. Solamente busco explicaciones a mi soledad de divorciada crónica. A mis 40 no esta mal ser un poco reflexiva sobre lo que ha ocurrido con mi vida. Sigo sola y sin marido.

Y sí, me identifico con otra Lili, la perversa Lilith, "la suma de todas las bocas y de todas las lenguas" quien una vez que abandono a Adan, protagonizando la primera disputa de la historia entre el hombre y la mujer, se rebeló contra Dios y vivió una existencia de insurrecta , demoníaca, amante y enemiga del hombre, a quien intenta seducir. Asi, el buen Dios decide crear a Eva, (dicen que quitandole una costilla a Adan, el divorciado), quien dirá "esta sí, es hueso de mis huesos y carne de mi carne, a esta sí la llamare mujer".

En todo caso, la pobre Lilith no fue expulsada del paraíso. Se largó antes, y por eso es la enemiga de la buena Eva (ni tan buena, en verdad...) y sera la instigadora de los amores ilegítimos, saboteadora de la felicidad conyugal y la armonia matrimonial y familiar.

Pero peor en verdad es la maldad de Eva, quien al perderse no quiso caer sola y decidió compartir la manzana con Adan, para que Dios no le diera otra mujer "si debemos morir, por lo menos moriremos juntos, si vivimos, vivieremos juntos".

En cualquier caso, hombres y mujeres estamos ligados por el amor y el deseo. Buscando la completud, mi falta de belleza se compensara en parte, espero, por mis dotes de relatora de historias, y asi, como Saharazad, tal vez pueda mantener mi cabeza sobre los hombros,hasta el proximo día. Claro, siempre y cuando encuentre un hombre ex rey, decepcionado de las féminas, con afanes asesinos, que quiera oirlas. Existirá?


LILI DE LOS ANDES


SAHRAZAD, LILITH, EVA, DALILA LA TAIMADA...
"ELLA SABIA REALIZAR ASTUCIAS, ENGAÑOS Y ENREDOS, E INCLUSO HABIA ENGAÑADO A LA SERPIENTE Y LA HABIA OBLIGADO A SALIR DE SU MADRIGUERA: EL DIABLO MISMO HABRIA PODIDO APRENDER DE ELLA..." (Las Mil y una Noches, noche 698)