martes, 28 de noviembre de 2006

EL ORO ES ROJO





Edmundo Becerra, le cuenta a su mujer que en unos días más, el nueve de noviembre irá a Lima al Ministerio de Energía y Minas, con los otros campesinos del Frente de Defensa del Medio Ambiente.
Edmundo Becerra es veterinario, vive en Yanacanchilla Baja, en Cajamarca, Perú. Allí él es el presidente de la Comisión de Agua Potable y también integrante de las Rondas Campesinas. Se oponen a la mina de oro “El Solitario” de la norteamericana Yanacocha, que le estruja las tripas a las montañas de Cajamarca y les mata la vida con sus aguas llenas de cianuro. Ya no hay peces, los animales no tienen piel, los niños estan enronchados.
- Esto tiene que terminarse… mis tierras no las tendrán- sentencia Edmundo.
Acaricia la cabeza de su hijito de cuatro años y sale a cuidar sus animales, sus amigos. Por ellos también está peleando.
Entretenido está esa mañana, del primero de noviembre, cuando se le acercan dos campesinos de poncho, con sombrero, con cara de cansados. Edmundo los saluda, y les da la mano. En ese mismo minuto, le descargan 17 disparos que le abren la carne, el costado, la cabeza, el cuello.
Los asesinos huyen.
Edmundo queda allí, boqueando bajo el sol de Yanacanchilla, ante el estupor de sus animales, muriendo, naciendo.
La mina había entregado su mensaje.
Con lágrimas, con mocos, con bronca, los familiares, los amigos, los campesinos de Yanacanchilla se despiden de Edmundo y escriben en papelitos:
Matar a un cholito no es nada para ellos… Yanacocha asesinos. Tu ejemplo nos da
fuerzas Edmundo. Creendo que son superiores ... hijoe'putas son. Éroe sos, cholito. Policías proyanquis. Viles, cobardes. Yanacocha tiñe de sangre los verdes campos de Cajamarca. Seguiremos defendiendo el agua. Venceremos, Edmundo. Corruptos, asesinos. Hermano, tu ejemplo de lucha permanecerá para siempre. Que Dios te tenga en su gloria
. Tenía razón la Madre Teresa cuando, a un periodista que le preguntó a quemarropa qué se sentía al ser aclamada santa por todo el mundo, le respondió: «La santidad no es un lujo, es una necesidad».
Edmundo Becerra murió el 1 de noviembre de 2006, día de todos los Santos.

jueves, 23 de noviembre de 2006

HICISTE QUE A LA GENTE LE DUELA TU DOLOR





Polaco, polaco. Lloras alcohol y tango, y fumas. Por qué será que te conocí tan cerca de tu adiós. Mi gerontofilia se hubiera colmado si te hubiera amado antes. Ahora, es tarde. Te hubieras enamorado de mí, seguro.
Te ví en Sur, de Pino Solanas, y eras así, como te imaginaba, un padre padre, llorón, enamorado, bebedor, cantante, renegado y atorrante. – Cora, pero si yo te quiero, turra mía.!!!! ¡Que personaje inolvidable!.
Buenos Aires está como vos la dejaste. Fatal, llovida, cansada de vivir, y sin embargo naciendo cada día, abrazada al pasado, lustrabotas, diareros, che pibe, cafetines, bodegones, tango triste, mina chiflada.
Garganta con arena, escultor de los mejores. Amigo, amigo como dicen que eras. Rebelde, loco, parece que veías los azahares que te tiran las naranjas del frutero de la esquina, piantao. ¿Que sabés del amor?.
En enero de este año, festejamos tus 80 pirulos, con vos, sin vos. Ese verano en que naciste y ese agosto de hace ya 12 años, en que te fuiste. (¿cuándo me fui, si siempre estoy volviendo?). El bar Amazonas tiene una mesa para vos. Lo sabés. Como tantos otros bares, con sus whiskys, esperandote..
Calamar marrón y blanco, ¿es cierto que te ibas a la cancha, de smoking, luego de actuar, sin dormir? Tu platense querido si vieras cómo, cómo te extraña. Te enterraron con la camiseta, no? Y bué, no podía faltar.
Ya se, que gritás los goles desde arriba, y jugas un picadito con Pichuco, pero nos dejaste tan desvastados…
Sin tu voz brumosa, sin tu risa, sin tu faso temblándote en la mano.
¿Sabías del homenaje que te hicieron, con la negra Varela, Cacho Castaña, Sabina, qué se yo, un montón y también que tenés una calle con tu nombre en tu barrio, y una plaza? Sí. Y está bueno pasar por allí, y juntarse con un amigo, con un amor, en la esquina de Goyeneche y Balbín. ¿Qué loco, no? Saavedra esta igual. Qué va a cambiar. Mas triste sin vos, solo eso. “El día no amanece, polaco Goyeneche, cantame un tango más”. Se pasó Cacho, con tu tango… Lindísimo.
Qué más te puedo contar, que ya no sepas, que te llaman mito, que te dicen genio, que fuiste el inventor del canto hablado, susurrado, que no te parecias a nadie y que nadie se parece a vos.
Pero desde aquí, desde el sentimiento de oirte, solo quiero que sepas que yo, Malena, Margot, Grisel, extrañamos los besos de tu boca cuando nos nombrabas.
Nos veremos pronto, amigo.
A ver, tarareame al oído naranjo en flor…

domingo, 19 de noviembre de 2006

MAIL DE SILVIA

Lili: la puta que te parió!!! Me hiciste llorar como una yegua...Què a traición vino esto... Me tomo el domingo sin niños para leer tranquila los mails atrasados y me mató tu blog...Me movió tanto...Mañana voy a laburar con los ojos en compota...Qué lo parió.
Son una maravilla. escribís muy bien de manera espontánea, brillante. Tendrías que aprovechar este don, para perfeccionarlo en algún sitio, no se un taller o algo para además encontrar la puerta de alguna edición...
Digo, pensalo,por ahi lo tuyo sea esto y estaría bueno poder publicar...
Ay! Cómo me hiciste moquear...
Te dejo un beso enorme amiga y avisame cuándo te venís...
besos
Sil

sábado, 18 de noviembre de 2006

ENCUENTROS (Cuento en entregas. Parte II)




Luego de unas incómodas ocho cuadras más, desde la escuela de teatro, llegamos el hotel “La Estrella”. Anuncio de bronce, puertas anchas, ningún lujo, pero limpio.
Emergía en aquella siesta con sus manos extendidas, liberando infinitas posibilidades, en la imaginación de gente que como yo, ha vivido íntimamente oprimida.
Nadia se dirigió muy segura al mostrador de la recepción, desperezando a una mujer de muchos años y rulos falsos, que se enderezó con dificultad de su silla, carraspeando y fingiendo una excesiva disposición.
- Si?
- Una habitación doble.
Mirándome, me dijo, cuántas noches? Yo caí en la cuenta de que no había pensado aún en ello, así que le dije
– Una noche.
Pareció no inmutarse, y agregó lo dicho a la vieja de los rulos
- Nombre, bla, bla, bla, son 60 pesos, bla, bla, bla.
Cómo decirle ahora a esa chica de piernas flacas que nada de eso estaba bien? Quería salir de allí. En qué momento me embarque en sueños imposibles sostenidos por apenas unas pocas confesiones. Había imaginado llegar a ella abriendo túneles, hacia jardines tibios con olor a naranjas, sosteniendo miradas, cobijando latidos. No así. Tampoco era lógico que ella tomara tantas decisiones por mi cuenta, venciendo serenas fortalezas. Debía hacer algo, decir algo.
- Nadia, deja que yo lo arregle. Esta bien.
Parecí condescendiente y no el hombre que quería ser, el varón recio que debía ser. Soné fofo, débil. Soy un boludo. Por eso me miró con ojos interrogantes.
- Ya está todo listo, Renzo- dijo y se volvió a la mujer de los rulos
- Qué número de habitación? Ah, Sí, está en el llavero, Si, la 24. Gracias.
- Vamos?
Nunca sabré si solo intentaba ser amable o humillarme La seguí mansamente por un pasillo que se abría al cruzar un cortinilla de cuentas plásticas, con la fuerza que me atraía el magnetismo de su imperfección, acorde con ese paisaje mas bien deprimente. . La decoración era en verdad modesta, que se yo, no había nada en ningún lado, ni una maceta. Era una versión reducida de cualquier escena de amor inventado o concretado, salida de una novela, de una película
Era la última del pasillo luego de doblar a la derecha como nos habían indicado. Y sí, allí encontramos la número 24.
Nadia, la super mujer, abrió la puerta. Sin ceremonias, sin augurios de pantera. Ya no me miraba. Desde que entramos en el hotel dejó de mirarme. Esa indiferencia me alivió en parte. El cuarto era común y oscuro. Al dejar el bolso sobre la silla, comencé a preocuparme de lo que vendría. Observé a mi acompañante, de reojo, pero registrando los detalles mínimos. Sus pies en unas sandalias marrones, sus piernas que eran mas bien torcidas hacia afuera, su pollera de diezmil colores, una remera rosa? con mangas largas, con la temperatura aquella. Luego realizé comentarios comunes, de los que se acostumbran en esos casos: Hace calor… ¿abrimos la ventana? ¿No hay aire acondicionado? Por este precio… El baño está bien, con toallas. Si, gracias. ¿Te quedarás? Por supuesto. Quédate quieta, ven. Siéntate aquí, junto a mí. Bueno. Dale. Ahora voy, me lavo las manos, ¿si? Bueno, te espero….
La cotidianidad también es todo un aprendizaje, me dije.
Yo me quite el sueter anudado a mi cuello. Respiré con tranquilidad en una falsa calma. El ruido del agua del baño, me puso en alerta otra vez. Ya sale. Se enterará de mis deseos. Leerá mis pensamientos, mis miedos, mis dudas.
- Ven, chica, sentate aquí. A mi lado- Lo hizo sin naturalidad.
- Y entonces, ¿que tal el viaje? – ya su seguridad se había quedado estacionada en la entrada del hotel, junto a sus miradas inquisidoras.. Ahora era una niña temerosa frágil, tímida.
- Bien. Largo. Cansador. ¿Te sorprendí? ¿No me esperabas, no? – dije con una alegría supuesta, pues nada era como esperaba.
- Fue muy lindo verte, casi me muero cuando vi el mensaje. No se, el mundo desapareció después de eso. Renzo, Renzo… estas aquí. Al fin, amor mío– y diciendo esto, fue ella quien me besó.
Yo respondí, claro. Fue un beso. Nada más. ¿Qué me pasa?. No volví a nacer, habitado por ella. Soy un idiota. ¿Y ahora qué hace? Se quita la remera… uy, que tetas feas… esos pezones parecen los mios. Por qué no puedo dejar de mirárselos. Parecen timbres. No voy a reirme. Si, definitivamente soy un idiota. Ahora ya no se me parará. Debo pensar en otra cosa. Mirarle los ojos. Si, eso. Besarla. Siempre fui simpatizante de la sinceridad. Pero en aquellos momentos, mi emoción era mentira, mentira.
Nos besamos, con lengua, con saliva, con dientes, con manos, con uñas, hasta que ambas humanidades estuvieron dispuestas para el sexo genial que tantas veces planeamos. Le quité sus bombachitas, que no quise mirar. Y como pude, me quité el pantalón, las medias, el slip azul. Siempre con los ojos cerrados, pensando en otra cosa. Dejándome llevar por esa lacónica excitación. Sería de tanto desearla. Serían los nervios o el cansancio del viaje. Lo único que falta es que haga el papelón del siglo. Se supone que soñamos muchas noches con este momento. No voy a pensar en sus tetas. A ver, Amiga, no me dejes en banda ahora. Vamos. Ya se. Las pecas, las pecas de la espalda. Cariñosa, suavemente, la dí vuelta, poniendola boca abajo. Obviamente sentí su pequeña resistencia, su desconcierto. Pero le murmuré que no se asustara. Pensaba que iba a ir por atrás. Pero comencé a besarle la espalda, sus pecas, frías, muy frías, muy frías.
Mi excitación descendía en la misma proporción que subía la de ella. Compensaba mi falta de energía con besos largos y babosos por su cintura, su culo blanco, sus piernas flacas. Ella se movía como serpiente, disfrutándolo. Mis manos suplían, reemplazaban, mi cada vez más decaído machismo.
Mi Amiga reaccionó al contacto de mi mano con su pubis, su mata oscura, la humedad convicta que me invitaba a continuar. Hicimos el amor rapidamente, sin mayores preámbulos, en esa siesta confusa, en esa cama extraña como nosotros.
Que el amor es una interrogación permanente no debe confiarnos, las certezas pequeñas son siempre necesarias, para pararnos desde algún lugar. Yo estaba en el aire, en un limbo de sensaciones encontradas. Pensando en tantas promesas, en otro tipo de duelo posterior a la entrega, a la despedida del placer. No este chirle agotamiento de apenas tenues cicatrices.
Solo podía sentir el quiebre de la ilusión como una lujuria lejana de árboles, desparramada en mil pedazos sobre el paisaje de su cuerpo, ese relieve tan ajeno, sustituido, que no tenía ninguna de mis huellas.
Busqué inútilmente la emoción que se desata en quien aún descubre. Pero no había nada.
Ella movió sus labios claros, en una mueca, débil, apenas susurrándome.
- ¿Te gustó, amor mio? ¿Era como imaginabas que iba a ser?
……………………
CONTINUARA

jueves, 16 de noviembre de 2006

ENCUENTROS (Cuento en entregas)



La terminal de ómnibus no era gran cosa. Un edificio nuevo, con mucho vidrio y muchos localcitos, quioscos de revistas, boleterías, ventas de recuerdos ordinarios y una cafetería. Eso era todo. Ningún paisaje que conmoviera, que atrajera la vista. Ningún lugar dónde mirar que distrajera, ningún asombro.
Todas las sensaciones eran internas. Dolían en el centro de mi estómago, y eso que soy un hombre poco expresivo hacia afuera. Parece que me bloqueara algo cuando quiero decir lo que siento. Pero no significa que no sienta. Ahora mismo estoy confundido, arrepentido.
Me parece que lo mejor será tomar una taza de café. Aquí estará bien. No es hora de recorrer demasiados lugares en un pueblo ajeno que no conozco.
Me senté en una mesa cerca del cristal que daba a la entrada de los ómnibus enormes, de dos pisos, que parecían edificios rodantes.
La niña que me atendió tenía la cara más aburrida que yo había visto ultimamente. Por Dios, chica, qué cara.... que parsimonia, que destino fatal.
En fin, el cortado de máquina, al menos.
Qué hago aquí. Cuándo decidí buscar esta aventura, esta locura. Deberé aclararme primero que nada. Ahora mismo le enviaré un mensajito. No. Mejor espero. Qué calor agobiante. Y este viento, que molestia... remolinea en los andenes, haciendo mariposas con los papelitos de caramelos.
Encendí un cigarrillo, mientras recordaba. ¿Cuándo comenzó todo esto? Ya han pasado como seis meses. Fue en invierno. Recordaba el frío en mis rodillas, mientras conversábamos larguísimas horas por el chat.
Y hoy estoy aquí. A más de mil quinientos kilómetros.
Se veía tan hermosa por la cámara. Con su cabello ondulado, oscuro, sus lindos ojos donde la sonrisa llegaba antes que a sus labios, iluminándolos. Reía, reía, reía. Dice que tiene muchas pecas. Yo no logré nunca vérselas. Pero me excitaba imaginándolas, en sus mejillas, en su espalda desnuda.
Sonreí hacia afuera, sorprendiendo a la aburrida camarera que me miró curiosa.
Ahora, la idea de verla pronto me pareció más natural, válida, lógica. El remolino llegaba a mi estómago. Miré el bolso que contenía la ropa que había traído. Yo mismo me observé, no estaba tan mal. No era un modelo de televisión pero tampoco un escracho. Mis jeans estaban limpios, mis zapatos de gamuza, la camisa que ella decía me quedaba bien, el sueter anudado, me daba igual cómo me veian los demás. Mi pelo estaba corto y revuelto, con picos en todas las direcciones. No importa, me dije. Ella me ama. Me conoce de tantas y tantas noches. Me gustas mucho Renzo, me había dicho. Y por qué dudarlo.
Ella sí era linda. Es linda. Y pronto la tendré en mis brazos. Pronto será el minuto fatal del encuentro.
¿Por qué sorprenderla? Respuesta fácil. Ya me había aguzado bastante con eso de que yo no la quería, que no era capaz de concretar nada...
Le había mentido diciéndole que debía viajar por el trabajo a Tucumán y que me tardaría varios días.
Ya hacía tres que no me conectaba. Para que no me delatara la emoción de los preparativos y porque me conocía, no aguantaría las ganas de contarle. No se mentir, me tiembla la voz. Cualquiera se da cuenta.
Y ahora estaba aquí.
Soltera, estudiante de teatro, vendedora en un drugstore... allí tenía la compu y por eso se conectaba toda la noche. Su tía era la dueña.
A esta hora está en la escuela, pensé. La buscaré a la salida.
Me animé con el mensaje. Le dije HOLA. ME DAS LA DIRECCION DE TU ESCUELA? ESTOY AQUI. VOY A BUSCARTE.
El corazón me latió fuerte cuando el sobrecito del celular al fin se cerró y sentenció ENVIADO.
Ya no había vuelta atrás. Al minuto sonó el bip de la respuesta. "Pueyrredón 1224. Te espero. Te amo. No lo puedo creer. Nadia."
Con mi mejor cara de nada, pedí la cuenta. Pero qué distinto era mi interior. Bullía la ansiedad, los temores lógicos, las enumeraciones de mis siguientes pasos.
Al salir busqué un taxi. Habían muchos estacionados. Ataúdes amarillos y negros, abandonados. Ningún conductor. ¿Dónde carajo están todos?
Me paré al lado del que me pareció más limpio, apoyando mi bolso en el capó. Esperé mirando para todos lados. Nada.
Esta provincia está llena de vagos. Qué mierda.
Ahora el apuro me invadía. Pregunté en el quiosco de diarios por los conductores. Me señaló un árbol, cerca de un enorme canal de agua. Allí habian un montón de hombres, entretenidos en jugar al truco. Les silbé desde donde estaba. Ví que un tipo grueso de camisa afuera se acercaba, parsimoniosamente. Al fin....
- A la calle Pueyrredón. Al 1200.
- Jefe, recién llega? - me dijo, como si le importara, pero con una voz que lo mismo hubiera dicho: el semáforo está en rojo.
- Se - murmuré. Era obvio, gordo.
Al cabo de unos minutos, bajé pagándole hasta con monedas, el importe exacto. No te dejo ni diez centavos de mas, loco. Aprendé a laburar.
La escuela no era gran cosa. Una puerta verde infinita y dos ventanas flanqueándola. Todo el muro del frente pintado con estrambóticos dibujos. Ningún cartel en la entrada. Solo un timbre.
Enfrente había un parque donde me encaminé para esperar a mi chica. Confiaba en que ella me reconocería, al menos por el bolso. A esa hora, el mediodía, no había nadie, algunos perros huérfanos me miraban lastimosamente. Yo también me miré con ellos. Yo también sentí lástima.
Carajo, no me puse ni un poco de perfume. A ver si tengo tiempo.... revolví a tientas en mi bolso, rápidamente. Sí, aquí esta, bueno. Ahora esta un poco mejor. A lo mejor huelo mucho. Exageradamente. Ya está.
Es la una. Alli salieron dos. Uy, que pinta de drogones. ¿Habrá algun cartel indicando "prohibido bañarse para estudiar aquí" en la entrada?
Bue... alli hay unas cuantas pibas. Una mira para aquí. Pero no la distingo. ¿Será ella? Allí estan cruzando. Mierda que nervios. Me paré instintivamente. Sí. Es ella. Cruzó corriendo. Nos miramos, en cuanto llegó a mí. Es más flaca de lo que imaginé. Pero es linda igual.
- Hola mi amor.... - nos abrazamos fuerte. Muy fuertemente. Ya estaba. Lo peor había sucedido ya. No me pasó nada. Y me pasó todo. Ese "mi amor" sonó natural ¿O no sonó tan natural...? Su voz es mas chillona, me parece.
- Vamos?
Comenzamos a caminar, su mano rozaba la mía. Apenas.
No dejaba de mirarme. Me turbaba. No decía nada. Solo me miraba y reía. Y reía. Qué me mirás tanto, nena. Yo sentía sus ojos taladrándome, traspasándome. No vas a decirme nada. Aquí estoy. Qué me vas a reclamar ahora. Adónde me llevas.
- Hay un hotel aquí cerca, bah, a unas cuadras. Sos lindo... no puedo dejar de verte - decía y hacía eso. Verme y caminar de memoria. Qué pensaba... qué sentía. No lo sé, solo reía. ¿Un hotel? No se si quería hacer el amor ahora. Tampoco era una obligación, pero allí al menos podríamos hablar. Allí pensaba verla bien. Por ahora sólo la intuía, al lado. Yo sí miraba por donde íbamos.
Sin saber por qué trataba de recordar señales, fachadas de casas, nombres de calles. Como si debiera hacerlo para volver sin perderme. ¿Dónde? ¿Volver a dónde? Deben ser los nervios, pensé.
..............................
(CONTINUARA...)

miércoles, 15 de noviembre de 2006

PAULA











No. Me dije.
No puede ser tanta belleza. No he sido tan buena persona en mi vida para merecer, a mis veintisiete años, este regalo. Pequeña, serena, buena. Mi niña.
La llegada de mi hija fue sencillamente sumar todas las ternuras, multiplicar todas las expectativas, canjear todos los sueños, y tener como resultado una niña bella. Simplemente eso.
¡Que exagerada, dirán…! Es que no era ni lejos su mejor virtud y sin embargo era lo primero que llamaba enormemente la atención. Su cabello con ondas rebeldes, muy oscuro, sus ojos insolentemente azules y su piel blanca, pero no transparente, no blanca nívea, ni blanca frágil, ni blanca bebe. Era una piel blanca, portentosamente blanca.
Precoz, inteligente, sanísima, tan sana que parecía santa. Nunca se enfermó de pequeña. Y de mayor tampoco, sacando cuentas. Ya corría a los 10 meses. En patitas, solamente. Parecía una niña feliz, en un país que estaba cada vez peor. En una Buenos Aires que conoció mi niña desde el fragor de las marchas de protesta frente al Congreso, de las palomas pi pi migas de pan, de la Plaza de Mayo, los jueves de Madres. Que conocía sonriendo desde su cochecito, alargando las manos hacia las pancartas, bailando al son de los bombos, de los cantitos…
Concurría quietita, y a veces no tanto, a las reuniones en los centros culturales, en los congresos del nuevo pensamiento, en los encuentros de la militancia intelectual antiglobalizadora de los noventa.

Luego el antiexilio, la vuelta a la Mendoza de mis postales, el campo con viñas verdes, los otros pi pis gallinas de la abuela, el olor a tierra regada. Y también fue feliz aquí, entre primos y perritos recién nacidos.
Fue creciendo, prendida a las polleras revoltosas de su madre, o sea, de mí. Que nunca lograba quedarme quieta en un lugar, que me mudaba como quien cambia de traje. Y ella parecía no padecer mis continuos cambios buscando quién sabe qué, siempre comprendiéndome y perdonándome, desde sus ojitos azules.

Ay, hija. Cuántas cosas me enseñaste desde tu llegada. Cuántas veces aun, seguirás arriando desde tu madurez de mujer a esta inmadura niña, que es tu madre.
No imagino lo que pudo haber sido mi vida sin tu luz, sin tu presencia. Tan llenos están todos mis rincones de recuerdos tuyos que pareciera que mi vida empezó en vos y allí continúa. Tal vez no sea el momento ni el lugar para pedirte algunas disculpas. Por esas cosas que te han dolido, que no te hice pero dejé que te hiciera la vida. Por esas veces que te dejé sin ángel de la guarda, sin besito en las mejillas, sin hasta mañana. O mejor no me disculpes. Es necesaria a veces la herida abierta, crónica, que siga allí recordándonos que tuvimos la guardia baja. Para que no vuelva a ocurrir. Dejalo así mejor.

Ahora que ya me miras con reproche, que haces las valijas de tu inocencia, que contás y cantás poesía en tu cuarto, suspirando por pringosos vecinos de mala muerte que nunca serán lo suficientemente buenos para vos, ahora quiero que sepas que este amor, que te juré cuando te vi por primera vez, es hora de que me lo cobres. Todos los días. Aquí estoy para pagártelo.
Recuerda nuestra consigna de vida: “la mamá y la nena siempre…. juntas” Y aunque cuando eras pequeñita yo te decía –Pauli, donde mis ojos te vean… hoy que estas más grande, te digo, -- Pauli, donde mi amor te vea…
La última flor que me regalaste, que aún tengo junto a mi cama, aunque su olor no sea tan perfumado ya, tiene una tarjetita que leo apenas abro los ojos cada día, que dice “Te quiero mucho…. Una rosa mas bella que vos no hay. Paula” . Fue tu última ternura expresada, ya que no te gustan los besuqueos ni los franeleos . Como verás, los tuyos son tramposos.

Todavía quiero morderle los pies redondos, la pancita blanca y suave, la cola gordita, sus piernas perfectas. Peinarla con dos chapequitas tirantes, y bañarla con agua de azahar, como cuando era mi bebe, mi pequeño regalo.
Pero ya no puedo hacerlo. Y siento una nostalgia desnuda, indefensa, de que el tiempo haya pasado tan rápido, con tan mordaces argumentos

La última promesa que le hice a mi hija fue llevarla a conocer el mar. Y en unos meses pese a quien pese, la cumpliré. Me imagino la cara que pondrá cuando vea esa inmensidad azul. Por nada me perdería ese último asombro.

Aquí me preguntan por qué lloro cuando escribo. Y es que pensaba en qué le puedo pedir a la vida para mi hija Estamos solas, como dice Pablo Milanés. “tú naciendo a la vida, y a mi que se me va…” Y solamente le pido que nunca deje de mirar, de asombrarse, de reir. A veces creo que lo mejor ya pasó y no me reí.

Verla viva, dispuesta, con qué ganas se sacude las tristezas y avanza. En su adolescencia de dolor vivo, de lágrimas de almohada que de a poco la vuelven sabia, ella me enseña, mientras yo sigo pensando, qué hice, qué hice para tener una hija tan bella?
Y no es metáfora, es implacable verdad.


lunes, 13 de noviembre de 2006

MARAVILLAS...



He recurrido a la opinion de un experto. No es mi "amigo" con tantas letras, pero sin dudas, es alguien que admiro en lo que no conozco aún de él. En lo que aún no he leido de sus obras, que no se por qué delirios editoriales, aún no llegan a mi país.

Le he pedido que me opine... y me ha opinado, así no más. Pero en su detalle de detenerse a verme, me ha alcanzado su mirada. Asi es que se lo agradezco, abiertamente.

Estoy hablando del escritor Antonio Galvez Alcaide, en los brazos de cuyas obras he caído sin red, pero que espero me contendrán, por lo que intuye mi pensamiento de mujer. No de lectora consumada, que no lo soy. Él sabe de lo que le hablo. Y me ha perdonado ya.

Remito a mis amigos a su página www.galvezalcaide.com y/o su blog www.dietarioenred.blogspot.com para los que como yo quieran redimirse de la mediocridad literaria que nos rodea.

Las maravillas son las que siguen la luz del sol. Y Don Antonio tiene la virtud de la conmoción. (Vaya crítica, dirá).

Cuando lo lea, en verdad, me extenderé en otros comentarios. Ácidos y certeros, sin dudas. (ja).

Pero mis influencias del realismo mágico latinoamericano, me impedirán ser objetiva. Abro el paraguas, antes que nada. Era necesaria tanta aclaración?

Me comprometí con él, a la difusión oral de su obra. (mmmm... oral...)

Espero que lo lean. No se de qué forma, si sus libros aún no estan en el país. Pero estamos viendo la forma de contratar un trasatlantico, carguero, con bodegas enormes, forrados de contenedores con sus libros "Caliente", "El Paseo de los Caracoles" y "Relatos de fuego sanguinario y un candor". Eso por ahora. Luego vendrán más. Y además ha prometido una visita a la plaza de Mendoza. Lo que le cobraré.

Eso es todo por ahora. Cambio y fuera.
Gracias, Antonio.




MUJERES Y HOMBRES




Los héroes sin gloria ni virtud previa, los hombres en suma, suelen ser ingenuos animales tironeados por las urgencias del dogma y el cuerpo, que no parecen saber de dónde vienen ni adónde van, y que espabilan cuando la amante abnegada les salva la vida, la amante pérfida los castra, o la hija de Eva les convierte en cabeza de familia. (Daniel Alcoba)


Si. Definitivamente soy mala.

El único consuelo es que no es mi culpa. Arrastro el origen de mi maldad desde mi propia naturaleza. Su base esta registrado en el saber esotérico de base talmúdica, bíblica, que constituye la sustancia de la Cábala judía. Es decir que entre los musulmanes, catolicos, judios y femenistas sesentistas, la mujer es de donde nacen todos los males. Por eso soy a la vez, Sharazad, Lilith, Eva, la puta Romina y Pampita. Con todas sus modalidades, excesos y perversiones.

El judío castellano Rebí Moises de León escribió: Las almas que no han hallado su verdadera compañera en la tierra erran despues de la muerte, en busca de su alma gemela. Qué castigo para los hombres...

No se asusten. No soy una feminista rancia. Ni dulce. Solamente busco explicaciones a mi soledad de divorciada crónica. A mis 40 no esta mal ser un poco reflexiva sobre lo que ha ocurrido con mi vida. Sigo sola y sin marido.

Y sí, me identifico con otra Lili, la perversa Lilith, "la suma de todas las bocas y de todas las lenguas" quien una vez que abandono a Adan, protagonizando la primera disputa de la historia entre el hombre y la mujer, se rebeló contra Dios y vivió una existencia de insurrecta , demoníaca, amante y enemiga del hombre, a quien intenta seducir. Asi, el buen Dios decide crear a Eva, (dicen que quitandole una costilla a Adan, el divorciado), quien dirá "esta sí, es hueso de mis huesos y carne de mi carne, a esta sí la llamare mujer".

En todo caso, la pobre Lilith no fue expulsada del paraíso. Se largó antes, y por eso es la enemiga de la buena Eva (ni tan buena, en verdad...) y sera la instigadora de los amores ilegítimos, saboteadora de la felicidad conyugal y la armonia matrimonial y familiar.

Pero peor en verdad es la maldad de Eva, quien al perderse no quiso caer sola y decidió compartir la manzana con Adan, para que Dios no le diera otra mujer "si debemos morir, por lo menos moriremos juntos, si vivimos, vivieremos juntos".

En cualquier caso, hombres y mujeres estamos ligados por el amor y el deseo. Buscando la completud, mi falta de belleza se compensara en parte, espero, por mis dotes de relatora de historias, y asi, como Saharazad, tal vez pueda mantener mi cabeza sobre los hombros,hasta el proximo día. Claro, siempre y cuando encuentre un hombre ex rey, decepcionado de las féminas, con afanes asesinos, que quiera oirlas. Existirá?


LILI DE LOS ANDES


SAHRAZAD, LILITH, EVA, DALILA LA TAIMADA...
"ELLA SABIA REALIZAR ASTUCIAS, ENGAÑOS Y ENREDOS, E INCLUSO HABIA ENGAÑADO A LA SERPIENTE Y LA HABIA OBLIGADO A SALIR DE SU MADRIGUERA: EL DIABLO MISMO HABRIA PODIDO APRENDER DE ELLA..." (Las Mil y una Noches, noche 698)